Una Gran Depresión

Juan tiene mujer y dos hijos. Gana 1000€ al mes y sus gastos familiares se pueden dividir con el siguiente flujo de efectivo:

– Comida 100€

– Ropa 100€

– Energía y gasolina 300€

– Seguros y otros recibos 100€

– Colegios y comedores escolares 250€

– Ocio 100€

– Ahorro 50€

Con los datos anteriores podemos suponer que las finanzas de la familia de Juan están más o menos saneadas. Su casa está pagada, gastan lo necesario, no tienen deudas y ahorran lo que buenamente pueden.

Un día sus hijos le piden tener una piscina en casa, ya que sus compañeros del cole tienen todos una para poder pasar el verano. Juan, con buen criterio, les responde que no puede ser porque el dinero que gana no da para más.

Un año después y en medio de una fascinante bonanza económica en la que un mal encofrador ganaba más que un buen médico, el jefe de Juan le pide que vaya a verle a su oficina, y le da la grata noticia de que su sueldo se eleva a 1100€ mensuales. Con la buena nueva los hijos de Juan reciben el regalo de su nueva piscina, ya que los 20000€ que cuesta la obra completa es financiada fácilmente por el banco mediante una cuota de 100€, debido a que con la garantía de su casa el crédito sale muy barato.

Las cuentas de la familia son ahora:

– Gatos anteriores 950€

– Ahorro 50€

– Crédito piscina 100€

Un total de 1100€ que suponen la cantidad que ingresan. Nada nuevo bajo el sol y la familia ha conseguido por fin disfrutar de la piscina en verano.

Pero en octubre Juan se pone de nuevo con las cuentas llevándose una poco agradable noticia. El dinero fácil que consiguen inyectar las entidades financieras está provocando una inflación descontrolada, haciendo que los precios se eleven año a año, y sus gastos mensuales han cambiado:

– Comida 110€

– Ropa 110€

– Energía y gasolina 3300€

– Seguros y otros recibos 110€

– Colegios y comedores escolares 275€

– Ocio 110€

– Ahorro 50€

– Crédito piscina: 100€

El total de sus gastos mensuales es ahora de 1195€.

Pues ya ves, Juan tiene que recortar gastos, comenzar a comprar menos ropa y más barata, cambiar el pescado y la carne por lentejas y cereales, salir menos a divertirse y bajar un poco la calefacción. Viven peor, pero tienen una piscina.

Al igual que la familia de Juan, muchas otras familias se ven afectadas por la inflación y reducen sus gastos, lo que hace que las empresas ingresen menos por la reducción de poder adquisitivo de los ciudadanos. Algunas comienzan a prescindir de algunos de sus empleados. Es el comienzo de la recesión.

A Juan le vuelve a llamar su Jefe, esta vez para comunicarle que los ingresos de la empresa han bajado y que debe cobrar como máximo 900€. Así que la situación ahora es:

– Ingresos familiares 900€

– Gastos familiares 1195€

La familia de Juan debe reducir tanto sus gastos que comienzan a vivir en la miseria. Mala dieta diaria, ropa vieja, nada de calefacción, nada de ocio, taper para el comedor escolar,… Y a esto que despiden a Juan justo el día en el que ha recibido un aviso del banco para que pague las dos cuotas atrasadas del crédito de la piscina.

La situación es insostenible. La empresa ha quebrado y no reparte finiquitos, así que el crédito de la piscina sigue sin pagarse y el banco ejecuta la garantía. La familia de Juan se queda sin hogar. Incluso en esta situación, el gobierno acentúa la recesión con bajada de sueldo de los trabajadores públicos, recortes en servicios de primera necesidad, subidas de impuestos y descontrol (o más bien control) de las tarifas energéticas. Es la temida depresión.

La familia de Juan es sólo uno de los muchos casos de sufrimiento de nuestra podrida sociedad, que ha vendido su alma al diablo y a sistemas de enriquecimiento de los ricos y empobrecimiento de los pobres, eso sí, de una forma discreta y disimulada.

La inflación es la forma en que gobiernos, sistema bancario y grandes riquezas controlan el sistema, y es difícil protegerse de ella. La culpa de la crisis no es fácil de nominar, pero si yo tuviera que nombrar un culpable, sería la inyección desenfrenada de dinero por parte de los grandes poderes públicos y privados, sometiéndonos a una falsa bonanza económica que nos ensimismó.

Bienvenidos a la gran depresión. Sálvese quien pueda.